LA PRIMERA BATALLA QUE GANO EL PROLETARIADO

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Entrevista al escritor Manuel Talens en el 92º aniversario de la Revolución de Octubre
"La revolución rusa fue la primera que ganó el proletariado"

La Revolución de Octubre fue desde su primer momento un referente del movimiento obrero internacional e internacionalista y de las organizaciones socialistas que no claudicaron frente al belicismo y las ansias de conquista de los poderosos de la tierra. Referente celebrado, además. Los actos que se organizaban en homenaje a esa fecha gloriosa, el 7 de noviembre, están en la memoria de muchos luchadores revolucionarios. Desde la desintegración de la URSS, desde el triunfo de la contrarrevolución capitalista (salvaje) en la tierra de Gorki y Maiakovski, también aquí, en está página enrojecida, habita el olvido, un olvido injusto y suicida. Para recordar esta fecha, para hablar del significado de aquella revolución socialista, hemos conversado con el escritor, científico, traductor y militante Manuel Talens.
* * *
Me lo recordabas no hace mucho, tu primera novela, La parábola de Carmen la Reina, finalizaba con las siguientes palabras:
“[En Artefa, un minúsculo pueblecito de las Alpujarras, se oyen las trompetas del Apocalipsis]...
María Espinosa se encontraba en el corral, echando alpiste a las gallinas; había soñado que José Botines le declaraba su amor acariciándola con palabras calientes a la luz de la candelilla, y despertó con el ánimo tan alegre que olvidó abrir la ventana para ventilar el cuarto, y no se dio cuenta de que el azul estaba cubierto por unas nubes de plomo que acababan de instalarse lentamente durante la noche; pero levantó la mirada al sentir que su pelo de nieve empezaba a mojarse, y entonces vio la luz de un rayo al caer sobre la cruz del campanario; echó por el lado izquierdo de su casa hasta llegar a la plaza, con los tímpanos a medio reventar a causa de los trompetazos; olía a pólvora quemada y las llamas chisporroteaban al salir por las ventanas de la iglesia; estaba ya a dos pasos de la muerte, y sin embargo creyó oír en el sonido de los truenos el principio de una nueva esperanza; era el 7 de noviembre del año 1917, y en ese mismo instante las hordas libertadoras saltaron por encima de las barricadas al compás de la séptima y última trompeta, avanzando victoriosas entre el humo opacode los cañones para entrar a saco en el Palacio de Invierno…”
Déjame que te pregunte precisamente en torno a ese 7 de noviembre, casi un siglo más tarde. Hablabas aquí de nueva esperanza, de hordas libertadoras. ¿Qué pasó, pues, el 7 de noviembre de 1917? ¿Por qué crees que representó una nueva esperanza para las clases trabajadoras de todo el mundo?
Puesto que tu pregunta mezcla ficción con realidad, lo cual es algo muy de mi agrado y que suelo practicar como narrador, en primer lugar voy a añadir un poco de contexto a esa cita extemporánea de mi novela, para situar al lector. La parábola de Carmen la Reina sucede en la región montañosa de las Alpujarras granadinas, ese rincón de Andalucía de donde proviene mi familia materna, y se ocupa de la lucha de clases en un pueblo imaginario, Artefa, a lo largo de todo el siglo XIX y principios del XX. La meticulosa coincidencia de las fechas entre el desenlace apocalíptico de los acontecimientos en Artefa y el asalto al Palacio de Invierno –que supuso el nacimiento de la URSS– no es algo casual, sino un recurso retórico con el que pretendí homenajear ese acontecimiento histórico fundamental que fue la Revolución de Octubre.
En cuanto al 7 de noviembre, debo aclarar que la Rusia zarista se guiaba por el antiguo calendario juliano, distinto del gregoriano que hoy se usa en todas partes. Eso hizo que la fecha del triunfo de los soviets, el 25 de octubre según el calendario prerrevolucionario, coincidiese con el 7 de noviembre gregoriano. De ahí procede la aparente contradicción temporal de una Revolución de Octubre que se celebra en noviembre.
Añadiré que la recién nacida Unión Soviética adoptó el calendario gregoriano de inmediato, pero no por ello dejó de aludir a su revolución como culminada en el mes de octubre. Más tarde, la inolvidable película de Eisenstein fijó para siempre esa confusión. El mundo es hoy tan globalizado y uniforme que estas discrepancias parecen ilógicas, pero en aquellos tiempos, no tan lejanos, lo normal era el contraste entre países y culturas, no la similitud. Aclarado esto, volvamos a tu pregunta.
Sobre el 7 de noviembre de 1917 y su importancia histórica se han escrito toneladas de páginas y lo que yo pueda añadir ahora en esta entrevista no es más que la insignificante opinión personal –sin ánimo de convencer a nadie– de alguien que siempre consideró aquellos hechos con ojos benevolentes. Me disculpo, pues, de antemano, si mis comentarios no están a la altura.
La Revolución rusa fue la segunda de la historia, pero la primera que ganó el proletariado, pues la francesa –de carácter burgués– dejó intacta la propiedad privada capitalista de los medios de producción como sistema económico imperante. En cambio, la Revolución rusa fue la prueba tangible que necesitaban los parias de la tierra para estar seguros de que el sueño de Marx no era irreal. ¿Cómo no iba a representar el principio de una nueva esperanza? El capitalismo explotador esta vez no siguió en pie, sino que fue reemplazado por el comunismo, bellísimo concepto a pesar de toda la desinformación que ha sufrido durante más de un siglo, y ese comunismo significaba la igualdad en el disfrute de los bienes terrenales.
Que en última instancia aquel edificio se derrumbara siete décadas después no hace menos sublime su construcción. A lo sumo nos confirma que los sueños, una vez realizados, necesitan mimo y lucha diaria durante toda la vida para que no se extingan.
Entonces, el comunismo, ese bellísimo concepto según tus palabras, sería la “igualdad de disfrute de los bienes terrenales”
Claro, se trata de un concepto básico del materialismo histórico, que se desprende de la sociedad sin clases y de la propiedad pública de los medios de producción. El paraíso, si es que existe, está aquí abajo y no tiene por qué ser sólo para unos pocos, sino para todos. A eso se le llama compartir, lo cual es ajeno a la naturaleza del capitalismo. El mensaje evangélico del cristianismo es exactamente igual que el del comunismo, salvo que se adentra en el terreno del pensamiento mágico para fantasear un hipotético disfrute igualitario en el más allá.
Te has referido a una película de Eisenstein. ¿A cuál concretamente?
A Octubre, una maravilla del cine mudo, dedicada a los proletarios de Petrogrado, que Eisenstein filmó en 1927 para celebrar el décimo aniversario de la revolución. Muchos de los combatientes que habían participado en la lucha real representaron sus propios personajes en la película, lo cual es un detalle histórico nada desdeñable, aparte de la maestría que en ella demostró aquel extraordinario cineasta que fue Eisenstein. Está disponible en internet, aunque conforme pasa el tiempo cada vez son menos aquellos aún capaces de apreciar una narración fílmica como las de entonces, en estado puro, sin diálogos.
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Se ha afirmado en alguna ocasión, y suele aparecer en las aproximaciones no afables, que la Revolución rusa fue más bien un golpe de mano de los bolcheviques. ¿Qué te parece esta apreciación?
Aquí entramos de lleno en el terreno de la propaganda, cuyo objetivo no es otro que la desinformación. Es evidente que toda empresa revolucionaria lleva pegada como una lapa la reescritura de la historia por parte del adversario. Tenemos ejemplos muy cercanos: Cuba lleva cinco décadas años soportando calumnias y, en cuanto a Venezuela, no pasa un día sin que la prensa privada occidental afirme que cualquier cosa que hace el gobierno de Hugo Chávez está mal. Hay que aprender a vivir con esa rémora, que por el momento parece insoluble.
Lo del supuesto golpe de mano de los bolcheviques no resiste el menor análisis, es un insulto a la inteligencia. Se basa en la falsedad semántica de que toda revolución es un estado de desbarajuste y desorden, sin tácticas preconcebidas de combate, que termina por asfixiar el orden legal como paso previo al caos. Con una premisa tan tramposa resulta fácil deducir el sofisma de que el asalto al Palacio de Invierno –la última escaramuza revolucionaria, un prodigio de táctica militar– fue un golpe de mano de varios centenares de intrépidos bolcheviques, que terminaron pescando en río revuelto.
Se trata sin duda de una tesis reductora ad infinitum, que hace intencionadamente abstracción de todo el proceso revolucionario anterior, el cual había forzado en marzo la abdicación del zar Nicolás II y la formación de un débil gobierno provisional de la burguesía capitalista. Esa tesis, además, se deja en el tintero que Petrogrado (San Petersburgo) estaba ya bajo el control de los soviets y, por encima de todo, ignora la inteligencia de Lenin como cabeza pensante a la hora de mover las fichas de aquel tablero de ajedrez.
Es algo así como si pretendiésemos olvidarnos de Fidel Castro y de la guerra de guerrillas que inició a partir de la Sierra Maestra para centrarnos sólo en la batalla de Santa Clara –otro prodigio de táctica militar–, que dio el triunfo final a la Revolución cubana. ¿Quién en su sano juicio diría hoy que ésta no fue más que un golpe de mano del Che Guevara? Es absurdo, pura superchería.
Hablabas hace un momento de la inteligencia de Lenin. ¿En qué reside ésta? ¿En su atrevimiento? ¿En su coraje? ¿En sus análisis políticos inusuales? ¿En su heterodoxia? ¿Hubo un Lenin anterior y un Lenin posterior a la revolución?
Por por lo general, los grandes líderes políticos o militares que para bien o para mal han marcado la historia –ya se trate de Alejandro Magno, Julio César, Gengis Kan, Hernán Cortés o, en el caso que nos ocupa, Lenin– son seres de inteligencia superior, valientes hasta lo indecible y de una capacidad estratégica fuera de lo común.
Naturalmente, esa capacidad no es un mérito en sí misma, pero sí lo es el dedicarla en exclusiva a una tarea tan noble y altruista como la mejora del género humano. Lenin –al igual que luego Fidel, Ho Chi Minh o Nelson Mandela– forman parte de esa escasa galería de seres irrepetibles. Con esto creo haber respondido a los cinco primeros interrogantes que me planteas en tu pregunta.
Y, con respecto al último, me parece incuestionable que hubo un cambio entre el líder que preconizaba la lucha revolucionaria y el estadista que fue después, tras la toma del poder. Pero eso entra dentro de lo normal, porque las circunstancias en ambos períodos eran radicalmente distintas. Uno de los ejemplos de esta evolución fue el papel cambiante, cada vez mayor, que le fue asignando al Partido. De ser éste al principio un ente dedicado a la educación popular para que las masas pudieran acceder a la vanguardia del proletariado, pasó a convertirse en la batuta que ejercía el poder. No deja de ser una triste paradoja que Stalin aprovechase luego esta singularidad para legitimar sus crímenes.
La educación popular: “El libro es tu mejor compañía, instrúyete”(cartel soviético, hacia 1919)
¿Qué actitud tomaron las grandes potencias del momento –Inglaterra, Francia, USA también– ante los nuevos acontecimientos? ¿Los dejaron respirar?
La actitud de esos países, como era de esperar, fue de total hostilidad. El paso del capitalismo al socialismo no es algo que pueda quedar impune en el concierto de las naciones, porque supone la pérdida de un mercado y, al mismo tiempo, la posibilidad de que otros pueblos se contagien con el virus de la revolución. Inglaterra, Francia, USA y también Japón, Canadá, Checoslovaquia y Alemania, entre otros países, se apresuraron a financiar a los ejércitos de mercenarios nacionalistas, zaristas, anticomunistas y conservadores en la guerra civil que estalló en la URSS en 1918 y que enfrentó al ejército rojo con el denominado ejército de “rusos blancos”, es decir, lo peor de lo peor en aquella sociedad, una especie de gusanera avant la lettre. Pero aquel intento contrarrevolucionario fracasó.
Lo curioso –o quizá no tanto– es que esa actitud hostil de las naciones persiste en la actualidad: el menor intento en cualquier país o continente de cambiar las reglas del juego por otras más justas conlleva siempre la misma respuesta. Latinoamérica sabe mucho de eso por propia experiencia. Honduras no es más que el último ejemplo de una larga lista de intervenciones contrarrevolucionarias azuzadas desde el exterior.
Lenin murió al poco, en 1924. Se ha dicho a veces que murió deprimido, abatido ante el desarrollo de los acontecimientos, no sólo por las dificultades del proceso, sino por las actitudes de algunos de sus camaradas. ¿Te parece una conjetura razonable?
Personalmente, ese argumento me parece una solemne tontería, una más entre las muchas que se han inventado con tal de no aceptar lo que para el capitalismo resulta inaceptable: que Lenin era incombustible, como Mandela, como Fidel, como probablemente lo será Chávez. Cuando la reacción no puede con alguien, lo denigra. También se ha dicho que murió de sífilis. ¿Y qué importancia tiene si uno muere de sífilis, de un accidente cerebrovascular o de un traspiés? ¿Tan difícil es admitir que Lenin murió porque le llegó su hora? Es ridículo inventarse una depresión tardía en alguien que ha sobrevivido a la cárcel, a las deportaciones, al exilio y a todo tipo de azares sin desviarse del camino que se había trazado de antemano.
De todas formas, con esto no pretendo sugerir que Lenin fuese insensible al sufrimiento. Nadie lo es.
¿Por qué crees que el proceso tomó al cabo de pocos años una vía tan autoritaria?
Ésa es la parte más dolorosa de la URSS, porque invita a que uno piense en lo que podría haber sido aquella gran patria internacionalista sin Stalin en el panorama, sin el desgaste de la Segunda guerra mundial y sin la carrera armamentista en la que el país se empantanó durante la guerra fría. Es como imaginar un destino diferente para España si Franco nunca hubiese existido. El problema es que la historia no permite dar marcha atrás para rectificar los errores.
Lo cierto –y terrible– es que Stalin fue un cáncer no sólo para la Unión Soviética, sino para la idea misma del comunismo como horizonte. Y quienes lo sucedieron, salvo quizá Kruschev, fueron las metástasis tardías de Stalin, que terminaron por arrasar la herencia de Lenin. Pero el comunismo no es eso. Por suerte, la Cuba solidaria lleva cincuenta años mostrándonos la cara hermosa y compasiva del comunismo.
Acabas de citar a Kruschev. ¿Y cómo fue posible que aquel intento de renovación, aquella autocrítica del estalinismo del XX Congreso, que tantas y tantas esperanzas desencadenó de nuevo, no diera sus frutos o que éstos duraran tan poco?
No soy ningún kremlinólogo ni nada por el estilo, de manera que únicamente puedo interpretar lo que me sugiere mi olfato. Creo que el XX Congreso llegó demasiado tarde. Si Stalin hubiera sido flor de un día todo se hubiese podido remediar, pero no hay revolución que resista veintinueve años de crímenes, abusos y terror, por mucho que simultáneamente haga cosas dignas de elogio. Considero que Kruschev no logró extirpar del todo el cáncer del estalinismo y, en consecuencia, éste no tardó en reproducirse.
Hace unos años me contaron en Moscú una historia preciosa sobre Kruschev, que plasmé en un cuento. Recuérdame que te envíe el pasaje.
(Días después, Manuel Talens tuvo la gentileza de enviarme el texto y la foto que aquí reproduzco):
[…] Fue así como al día siguiente me hizo conocer el cementerio de Novodevichi. Las veredas ajardinadas estaban cubiertas de nieve. Vagamos entre las lápidas y no pude resistir la vieja tentación de monologar con ella, esta vez sobre los personajes célebres que allí están enterrados y de los que sabía algo. Me escuchaba atenta y su mirada se iba volviendo burlona. Llegamos a la tumba de Kruschev. Entonces fue Mei-Ling quien abrió los labios para decirme que el antiguo presidente de la URSS no está en el Kremlin porque murió alejado del poder. A continuación, por primera vez desde que la conozco, me dirigió más de cien palabras seguidas. Supe que el mausoleo es obra de Ernst Neizvstny, un escultor a quien Kruschev había mandado llamar en sus tiempos de primer secretario del PCUS para recriminarle violentamente que su arte le parecía contrario a los ideales del socialismo y que el entonces joven artista, en vez de amedrentarse, le respondió que él podría ser todo lo camarada secretario que quisiera, pero que de escultura no sabía nada en absoluto. Al parecer, tras su caída en desgracia, Kruschev mandó llamar al escultor y ambos entablaron una cierta amistad, de tal manera que en el testamento dejó encargado que fuese él quien esculpiese el monumento funerario. En éste, a ambos lados del rostro realista del antiguo dirigente, hay dos grandes figuras angulares abstractas, una en mármol blanco y otra en negro, que según me confesó Mei-Ling simbolizan dos orejas.–Al final de su vida –añadió como conclusión–, Kruschev había aprendido a escuchar. […]
Tumba de Nikita Kruschev, cementerio de Novodevichi (Moscú)
Es probable que la Unión Soviética se desintegrase porque sus dirigentes eran autistas, no escuchaban a nadie.
Pero no quisiera dar la impresión de que todo en la trayectoria de la URSS me parece negativo. Para el recuerdo quedará siempre la ayuda que le prestó a la República española durante nuestra guerra civil, el heroísmo del pueblo soviético en la Segunda guerra mundial (ambas cosas durante el mandato de Stalin, también hay que decirlo) y su apoyo constante e incondicional a Cuba hasta el último suspiro.
Por lo demás, en los ochenta hubo varios intentos de rectificación de rumbo. Primero con Andropov, que no era ningún estúpido, y luego con Gorbachov y la perestroika. ¿Cuál es tu opinión de estos nuevos intentos?
Ninguno de los dirigentes que sucedieron a Kruschev era estúpido, pero supongo que tampoco ninguno de ellos creía como hay que creer –con una convicción inquebrantable– en la supervivencia del legado de la revolución. No siento la menor simpatía por su recuerdo.
El último, Gorbachov, fue una especie de Adolfo Suárez soviético a quien el azar lo catapultó de improviso a un lugar inesperado: de austero servidor del aparato se vio reconvertido en frívolo demócrata televisivo al estilo occidental. Sin duda hizo lo que pudo, intentó abrir la ventana para que entrase aire fresco, pero la URSS estaba ya moribunda. Un cáncer no se cura con paños calientes y a Gorbachov le tocó el ingrato papel de asistir como espectador a una agonía que se precipitaba a su pesar, ajena a cualquier tratamiento.
Hay una canción de Jacques Brel, “J’arrive”, que expresa bien la impotencia que Gorbachov debió sentir conforme la situación se le iba escapando de las manos: C’est même pas toi qui es en avance, c’est déjà moi qui suis en retard. Y llegó lo inevitable, un día apareció Yelsin –arribista, mentiroso, ladrón, borrachín y traidor– y le dio el golpe de gracia.
Te has referido ya en algún momento a la arista de la guerra fría. Vuelvo sobre ella. La guerra fría, que siempre fue muy caliente para el Occidente belicista y que tuvo la intencionalidad de ahogar a la URSS desde un primer momento, ¿no dejó acaso muy poco margen de maniobra? En aquellas condiciones marcadas, ¿eran posibles, de hecho, otros senderos?
En casos como el de la URSS, mi abuela solía decir que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. Qué duda cabe de que los yanquis tuvieron mucho que ver en aquella alocada carrera armamentista y en la estúpida competición espacial que USA y la URSS mantuvieron durante decenios.
Puedo entender que Washington se gaste sumas ingentes (que no posee) en la conquista del espacio, porque al fin y al cabo es un imperio colonialista e invasor y su abultado número de ciudadanos pobres y sin asistencia médica le importan poco. Pero lo que no entiendo ni podré entender es que la URSS aceptase el reto de tirar por el desagüe miles de millones de rublos en spútniks, viajes espaciales y demás gaitas, mientras que sus ciudadanos pasaban estrecheces en las diferentes repúblicas. Cualquier ama de casa sabe lo que son las prioridades y a ninguna en su sano juicio se le ocurriría comprar un Rolls Royce si a sus hijos les falta un vaso de leche. Los dirigentes del Kremlin, lamento decirlo, optaron por comprar el Rolls Royce. Aquellos delirios de grandeza drenaron unos recursos que hubiesen debido dedicarse al bienestar del pueblo soviético, en vez de malgastarlos así.
No estoy metido en ese mundillo, esto que digo es sólo mi opinión de espectador: ignoro cuál sería el margen real de maniobra de Moscú y si de verdad fue necesario aceptar el envite armamentista –que era una huída hacia delante, hacia la ruina– en vez de haberse contentado con organizar la defensa de los posibles ataques usamericanos. Pero me parece que las políticas imperiales, aunque sean impuestas desde el exterior, no deberían tener cabida en un Estado revolucionario.
Salvadas las necesarias distancias, cuánto más lógico me parece lo que hace Cuba: dedica sus escasos recursos económicos a fabricar vacunas, formar médicos y maestros y trabajadores sociales, que luego pone a la disposición de sus países hermanos.
La URSS se desintegró en 1991. ¿Qué elemento crees que fue más decisivo para su colapso?
Al acoso constante de Washington hay que añadirle los propios errores de Moscú: la pérdida de los ideales, la perpetuación de una burguesía del Partido ajena a la realidad cotidiana del pueblo soviético, la ruina económica y moral, la corrupción enquistada en todos los estamentos. Es el pan nuestro de cada día, nada que no conozcamos en las democracias bipartidistas occidentales. España es un buen ejemplo de tal decadencia.
La voz narrativa de esa novela mía que citaste más arriba, poco después de las palabras que has reproducido y justo antes del punto final, añade: “sin duda los hombres fueron creados para ser brevemente libres en el tris de las batallas, volviendo a la esclavitud cuando atenazaban la victoria con las manos”. Quién sabe si ése es nuestro destino: intentarlo, fracasar, intentarlo otra vez, fracasar de nuevo y así sucesivamente, sin conformarnos nunca con el fracaso. Soy un pesimista activo, lleno de optimismo.
Intentarlo, fracasar y volver a intentarlo, dices. Dar batallas que se saben perdidas, guerrear para perder y volver a guerrear. ¿No es todo un poco absurdo? ¿No es el panorama que señalas literariamente brillante, pero políticamente inviable? ¿No subyace aquí una filosofía de la historia no sólo pesimista-optimista sino muy, digamos, romántica?
Vuelvo a Lenin: dos pasos atrás, uno adelante. Pura praxis. Lo absurdo sería renunciar. No hay nada de romántico en esta manera de pensar. El romanticismo me deja frío.
Mirado en perspectiva, desde nuestra posición actual, y teniendo en cuenta los diez o más años de capitalismo salvaje en Rusia tras la caída de la Unión Soviética, ¿crees que valió la pena aquel 7 de noviembre? ¿Crees que los movimientos libertadores de la tierra deben seguir teniendo en esa fecha un referente? En definitiva, ¿debemos seguir reconociéndonos en esa revolución?
Sí, valió la pena. El criterio para valorar los hechos que pueblan la historia no debería ser nunca su éxito o su fracaso, sino la bondad o maldad de su esencia. Y la esencia de aquella revolución, que se hizo para mejorar la suerte de los parias de la tierra –me gusta reivindicar La Internacional–, fue buena.
El capitalismo salvaje en la Rusia actual ha creado multimillonarios de la noche a la mañana. Eso es lo que aparece en los titulares de la prensa occidental, mientras que la letra pequeña de las páginas interiores nos enseña la otra cara, mucho más siniestra: que entre 1990 y 2008 la esperanza de vida de los rusos –un dato que mide la calidad de vida y resume la tasa de mortalidad para todas las edades en ambos sexos– ha bajado desde 69 a 65 años. Esos 4 años de diferencia parecen poco, pero son la expresión estadística de una tragedia humana de proporciones descomunales.
En cuanto a si debemos reconocernos en la Revolución de Octubre, no sabría decirte. Me disgusta la nostalgia, porque el pasado no fue nunca mejor. Prefiero analizar fríamente los hechos históricos para quedarme con lo positivo de ellos, pero sin esconder lo negativo. Además, hoy las cosas son muy distintas y, al menos por el momento y bajo determinadas circunstancias sociales, resulta posible utilizar como palanca el sistema electoral de la democracia para hacer la revolución a través del voto, sin el uso de las armas. Aunque es mucho más complicado, claro, porque el voto no permite neutralizar por completo al enemigo, que permanece agazapado en el entorno.
Déjame finalizar con una pregunta sin nostalgia. ¿Cómo concibes el socialismo del siglo XXI? ¿Qué territorios te parecen más abonados para su conquista?
Pues también para finalizar, y antes de darte mi parecer sobre el socialismo del siglo XXI, te diré que me ha encantado disertar contigo sobre asuntos tan extemporáneos y fuera de lugar en el discurso público actual como son el marxismo y la Revolución de Octubre. Y me encanta, además, que esta conversación se publique, porque hoy en día resulta francamente heterodoxa, lo cual no deja de ser una virtud en medio de tanto electroencefalograma ideológico plano [sonrisa]. La posmodernidad, tú lo sabes muy bien, ha hecho estragos en los partidos tradicionales de la izquierda y en el pensamiento político de las sociedades contemporáneas, y el solo hecho de hablar de estas cosas suena, como poco, a ciencia ficción. ¡Qué le vamos a hacer!
Termino: el socialismo del siglo XXI lo concibo hablando español y no precisamente en nuestro país, sino en Latinoamérica. Allí abajo está el futuro de la humanidad, si es que ésta tiene futuro. Nosotros no veremos su culminación, pero ya ha empezado. De hecho, su semilla se plantó oficialmente el 8 de enero de 1959, cuando los barbudos entraron en La Habana. Sin Cuba y su terco ejemplo de resistencia durante cinco décadas, el socialismo del siglo XXI hoy no sería ni siquiera pensable. Ahora sólo falta que al menos uno de los tres gigantes latinoamericanos –México, Brasil o Argentina– encuentre y elija un Chávez, un Evo o un Correa a su medida para que la máquina de ese tren empiece a tomar velocidad y ya sea imparable. Es cuestión de tiempo. Ese día, si llego a presenciarlo, seré feliz.
Un sueño que no era irreal…“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras.Sin embargo, lo importante es cambiarlo.”(Tumba de Karl Marx en el Highgate Cemetery de Londres, cortesía de Patricio Suárez)

POLITICA IDEOLOGICA IMPERIALISTA

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Política ideológica imperialista

Uno de los aspectos más interesantes de aquello que podríamos llamar política ideológica imperialista desarrollada por Estados Unidos es su aspecto teleológico, cuando todo y todos son transformados en simples medios para la realización de algo parecido con los "Mil Años del 3º Reich". Es de este modo que se debe entender y analizar lo que es practicado por Estados Unidos. Aunque hablen en nombre de los "principios" fundacionales de su República y de su nación como bases doctrinarias, éticas y filosóficas, son tan genéricos en la conceptuación objetiva del que sean esos "principios". "Principios" esos que todo permiten, menos una cosa, el cuestionamiento de la bondad del sistema capitalista y de los servicios que el Estado debe prestar ad perpetum rei memoriam.

Un Estado siempre al servicio de la acumulación, del mantenimiento, de la expansión de las zonas bajo su dominio o explotación, así como en la agresiva y cruel rapiña que practica para garantizar el poder y la riqueza de sus empresas transnacionales. La moralidad de esos actos sólo tiene una base - el logro y las ventajas justifican todo, puesto que "la riqueza es buena a los ojos de Dios".
Los poderes político, económico y militar de Estados Unidos, aunque "administren" el país en nombre del pueblo, en la realidad, como los hechos demuestran, no están a servicio de la población yanqui, pero a la disposición de los anhelos y ambiciones del gran capital que rige y domina todoel país, a partir de Washington y de Wall Street hasta las máquinas político-administrativas estatales y municipales. Si miráramos con los ojos de quien quiera ver, identificaremos que los Estados Unidos hace siglos viven bajo una rígida y disimulada dictadura en que el pueblo es sólo mano-de-obra y materia prima para las guerras de rapiña y conquista que esos grupos determinan.

Como eses grupos empresariales tienen el control de los medios de comunicación ha sido fácil el convencimento de que sus guerras son necesarias para defender la democracia(sic) y la libertad(sic). Esta propaganda fue tan eficaz que anestesió parcelas de la humanidad, haciendo del imoral y de la crueldad algo inevitable y placentero. Y no es novedad, eso tiene la misma edad que la formación de los Estados Unidos y hasta la antecede. Vino con los pilgrims. Es oportuno destacar la doble moral que siempre caracterizó los Estados Unidos desde su fundación. Una doblez que tiene sus orígenes en la génesis del capitalismo y permitía que existiera la esclavitud de los negros, la deportación y el genocidio de los indios al mismo tiempo que la religiosidad puritana.
En sus 22 primeros años como nación independiente, la presidencia estuvo en manos de propietarios de esclavos y terratenientes. También eran propietarios de esclavos los que redactaron la Declaración de Independencia y la Constitución. Sin esclavitud no se puede entender la "libertad americana": las dos estaban vinculadas, sosteniéndose una a la otra. Mientras la esclavitud aseguraba el firme control en el ámbito de la producción, la expansión hacia el Oeste servía para desactivar el conflicto social, transformando el proletariado en una clase de propietarios agrícolas a expensas de los pueblos originarios, que serían expulsados o aniquilados. Un proceso que hoy tiene continuidad en Irak, Afganistán, Honduras, Colombia, Panamá, etc. Con respecto a ese hecho, numerosos intelectuales norteamericanos se refirieron a una "Herrenvolk democracy", o sea, una "democracia del pueblo de Señores", como la concreta base en que se asienta la política ideológica de los Estados Unidos.
Un concepto que es la base de sus paranoicos sueños de dominación del mundo y del cual este dominio es una determinación del Destino, de la propia Historia y de la natural evolución de la humanidad, según su sociopatia política de "un pueblo con destino manifiesto". Es la propria megalomania transformada en realpolitik. En la realidad, la categoría "democracia del pueblo de Señores" puede ser útil para explicar la historia del Occidente como uno todo, pues, "last but not least", es la síntesis del capitalismo y de su principal regla, la constante y permanente acumulación.
REMOTOS ORÍGENES DE UN PROBLEMA Y TRAGEDIA
El sociólogo Max Weber fue uno de los primeros científicos sociales en tener en cuenta la importancia de la mentalidad religiosa en la configuración de la economía política. Su objetivo era refutar la tesis de Karl Marx, según la cual el capitalismo hubo nacido solamente de la explotación del hombre por el hombre. Para Weber, el moderno sistema económico habría sido impulsado por un cambio comportamental provocada por la Reforma Luterana del siglo XVI. Ocasión de la que emergió un fuerte sentido de predestinación, vocación para el trabajo y para la acumulación de la riqueza, que era algo bien virtuoso para la mayoría de los protestantes. En cuestiones de ahorro llegaban casi a la avaricia. En todo buscaban contraponerse al catolicismo renacentista. Como compensación a la insipidez de sus vidas, promovieron la ética de la riqueza como fuente de la satisfacción personal y a ella, al trabajo y a la profesión, se dedicaron con energía sagrada. Cabe a Max Weber en una obra famosa ("La ética protestante y el espíritu del capitalismo", 1904-5), relacionar ese comportamiento con el ascenso del capitalismo. Weber no aceptaba las tesis de Marx sobre la "acumulación primitiva", que denunciaba la rapiña y la expoliación de los campesinos como las bases de aquel modo de producción.
Como el desarrollo del protestantismo va a ser mucho más fuerte en las emergentes capas medias burguesas y algunos sectores de la aristocracia empobrecida, ese movimiento de rebeldía religosa pasa gradualmente a ser la base teórica del capitalismo que estaba siendo forjado como una práctica social y económica de parte de Europa. Una ideología que estaba siendo gestada en las entrañas medievales. Algo que el Renacimiento y el Iluminismo irán demostrar con sus llamamientos para el progreso científico y político-jurídico de Europa. El aspecto político jurídico adquiere una importancia hasta entonces inexistente como indica la gran confusión institucional y juridiscional que existía en la época.
La existencia de diferentes órdenes jurídicas para distinguidas actividades, clases, individuos y territorios no tenía nada de extraño en aquella época. Nobles con sus derechos extraordinarios; religiosos con sus privilegios, o sea, el derecho de una aplicación favorable de un precepto especial de la ley; ciudades y asociaciones con independencia para actuar, como Venecia, Liga Hanseática, son algunos de esos ejemplos. De ese modo, forzados por el cada vez mayor poder del sistema bancario y monetario, que permitía la financiación de grandes empresas mercantiles, los mercaderes, banqueros y las nuevas corporaciones y sociedades por acciones cuidaron de elaborar una legislación que les fuera favorable y que regulase hasta el intercambio externo. Su expansión legal, no sólo propició la consolidación del comercio como una actividad clasista, sino que, por encima de todo, fue estimulando la conciencia de que era preciso hacer estructuras jurídicas más homogéneas como un instrumento para garantizar el desarrollo de las naciones y países.
Durante la Edad Media se defendía un derecho natural que afirmaba la existencia de un derecho más justo que el derecho hecho por los hombres, cuyo objetivo era justificar los axiomas de la total libertad de comercio y de empresa como pertenecientes a los designios divinos y naturales. Con eso garantizaban la sanción religiosa para todos sus actos, inclusive para el uso de la fuerza y de la violencia. Ese derecho natural, aunque influenciado por el pensamiento de Tomás de Aquino, no era necesariamente del mismo tipo de aquel defendido por la Iglesia, tanto queen su origen están los levantamientos comunales de los siglos XI y XII, cuando en muchas ciudades de la Europa grupos revolucionarios se unieron para conquistar el derecho de negociar dentro de cierta área, ocasión en que se vincularon entre sí por un juramento común. Invocando el nombre de Dios, prometieron que permanecerían juntos, como un único cuerpo. Esa elemental reivindicación a la sanción divina para la libertad de comerciar, por su posterior desdoblamiento y alcance, constituye el inicio de la burguesia, la burgens, y de su ideal de derecho natural.

CARÁCTER NATURAL Y DIVINO DE LA LIBERTAD CONTRACTUAL Y DE PROPRIEDAD
De esa manera, el Estado moderno surge ya con una formación ideológica, material y política bien definida. Una definición que determinará el escrito de "Les lois civiles dans leur ordre naturel", escrita entre 1689 y 1697, y que proclamaba que el derecho romano, de la forma como hubo sido reinterpretado en Francia, contenía "el derecho natural y la razón escrita". Los trabajos de Samuel Pufendorf, "Law of Nature and of Nations", de 1722, y los de Hugo Grotius, los primeros años del siglo XVII, proclamando el contrato social, la libertad de los mares a todas las naciones marítimas y los principios del libre comercio, fueron algunos de los que dieron el substrato teórico para esos nuevos tiempos de organización social, económica y política.
En términos de importancia, una importancia que hasta hoy perdura, Adam Smith, John Locke, Thomas Hobbes e Immanuel Kant, por ejemplo, fueron fundamentales para la consolidación ideológica del capitalismo. Primero, por presentar una estructura lógica y racionalmente justificable para la realidad que vivían. Segundo, por haber comprendido el carácter de permanencia de los cambios que estaban operándose. Tercero, como entendieron que aquellas alteraciones económicas y sociales significaban un modo completamente renovado de ver el mundo y sus relaciones materiales, fueron capaces de elaborar teóricamente la ideología que surgía. Una ideología que transformaría aquellas épocas, permitiendo y estimulando la liberación de poderosas fuerzas produtivas. Finalmente, el cuadro estaba dispuesto de tal modo, que el resultado sólo podría ser uno, como analizaron Michael Y. Tigar y Madeleine Levy ( "Law and the Rise of Capitalism"):

"Era evidente y poderosa la combinación de historia e ideología. La clase cuyos intereses esos autores representaban quería asumir el poder y ya estaba engreída - o inmediatamente después lo sería - de la necesidad histórica de hacerlo. Aun así, tal mezcla confirma la verdad de que las revoluciones no eliminan todas las viejas instituciones, pero conservan dos tipos de normas derivadas del pasado: las que reflejan concesiones arrancadas del viejo régimen por la nueva clase victoriosa y aquellas que - como en el caso de las costumbres matrimoniales en Francia - tranquilizan el pueblo, diciendo que nada demasiado drástico fue hecho. Tras tener el pueblo, hecho su trabajo en la expulsión del viejo régimen por la fuerza de las armas, el nuevo orden necesita de preceptos para obligar a la masa a volver a sus hogares y cesar la lucha antes que la revolución ponga en riesgo los intereses de la nueva clase dominante".
De ese modo, el nuevo Estado y el respectivo derecho surgen con fuerte base social y política, en donde se mezclan el ancien régime, la burguesia y segmentos populares medios. Ese tipo de composición resulta de los diferentes grados de compromiso desarrollados por el capital en sus dos frentes de lucha: la ideológica y la material. De un lado, con posibles riquezas y constante progreso. Del otro, más concreto, era preciso asegurar el poder y las conquistas obtenidas. El Estado recurrente de ese tipo de compromiso, no sólo necesita de normas jurídicas bien definidas en lo que se refiere al mantenimiento de su poder, como pasa a ser ese propio derecho, además de avalar la propuesta de un permanente e inmutable contrato social. El carácter de permanencia de este contrato implicaba garantizar el ingreso de amplias masas al restricto campo de la ciudadanía y de derechos al bienestar. Es evidente, como la historia muestra, que ese contrato no fue cumplido, tanto que persisten grandes desigualdades sociales y los derechos de ciudadanía están aún en su mayoría en el campo de las intenciones.

MISIÓN IMPERIAL, FUNDAMENTALISMO CRISTIANO Y CAPITALISMO
En 1899, la revista norteamericana "Christian Oracle" explicaba así la decisión de cambiar su título para "Christian Century": "Creemos que el próximo siglo será testigo de triunfos del cristianismo jamás vistos, y que será más verdaderamente cristiano que cualquiera de los precedentes". El presidente William McKinley Jr, vencedor de la Guerra Hispano-Americana, por ejemplo, explicaba que la decisión de anexionar las Filipinas procedía de la inspiración del "Todopoderoso" que, tras escuchar sus incessantes plegarias, en una noche de insomnio, lo tenía por fin, liberado de toda la duda e indecisión. No habría sido adecuado dejar la colonia en las manos de España, o entregarla "a Francia o a Alemania, nuestros rivales en el comercio del Oriente". Ni, por la misma razón, habría sido correcto dejar las Filipinas a los propios filipinos, que eran "incapaces de autogobernarse", lo que tendría eIevado el país a un estado de "anarquia y desgobierno" aún peor que el resultante de la dominación española.
Hoy conocemos los horrores perpetrados contra los independentistas filipinos: la guerrilla fue enfrentada con la destrucción sistemática de campos y grados, por el confinamento de la población en campos de concentración, donde perecían víctimas del hambre, de la enfermedad y en algunos casos, del asesinato de todos los varones mayores de diez años. Sin embargo y a pesar de esos "daños colaterales", la marcha ideológica imperial-religiosa de la guerra tuvo un gran aumento durante la Primera Guerra Mundial. Woodrow Wilson se refería a ella como una cruzada real, de una "guerra santa, de más sagrada en toda la historia", destinada a imponer la democracia y los valores cristianos en todo el mundo.

El mismo proyecto ideológico fue aplicado a todos los demás conflictos en que los Estados Unidos participaron en el siglo XX, siendo la Guerra Fría particularmente ejemplar en este aspecto. John Foster Dulles, junto con su hermano Allen Foster Dulles, fueron algunos de los más rigurosos interpretes de esa posición ideológica. John F. Dulles se enorgullecía de que "nadie en el Departamento de Estado conoce la Bíblia como yo". "Estoy convencido que aquí tenemos la necesidad de hacer que nuestros pensamientos y prácticas políticas reflejen con la mayor fidelidad la convicción religiosa de que el hombre tiene su origen y destino en Dios". A esta fe, se asociaban otras categorías teológicas fundamentales en la lucha política internacional: los países neutrales que rechazaban tomar parte en la cruzada contra la Unión Soviética estaban en "pecado", mientras que los Estados Unidos, a la cabeza de esa cruzada, representaban el "pueblo moral" por definición.
En 1983, Ronald Reagan, cuando la Guerra Fría alcanzaba su clímax, apuntó la necesidad de derrotar el enemigo ateo (la URSS), con claros acentos teológicos: "Hay en el mundo pecado y maldad, y las Escrituras y Jesus nuestro señor los ordenaron que nos opongamos a eso con todo nuestro poder". Alineando se con esta tradición aún más, George W. Bush condujo su campaña electoral bajo un auténtico dogma: "Nuestra nación es la electa de Dios y fue escogida por Ia Historia como un modelo de justicia para el mundo".
La historia de los Estados Unidos está marcada por transformar la tradición judaico-cristiana en una especie de religión nacional que consagra el excepcionalismo del pueblo norteamericano y la misión sagrada que le fue confiada. No fue por casualidad que el término fundamentalismo fue utilizado por primera vez en el ámbito del protestantismo norteamericano.
No debemos olvidar el hecho de que los Estados Unidos no son una verdadera sociedad secular, la arraigada convicción de representar una causa sagrada y divina facilita no sólo la constitución de un frente amplio y unido en tiempos de crisis, pero también garantiza la represión y vulgarización de las prácticas más crueles de la historia estadounidense. Durante la Guerra Fría, Washington patrocinó sangrientos golpes de Estado en la América Latina y colocó en el poder brutales dictadores militares; en 1965, promovió en la Indonesia la masacre de centenares de miles de comunistas o sus simpatizantes. Sin embargo, por más desagradables que puedan ser, esos hechos no alteran la santidad de la causa personificada por el "Imperio del Bien".
Max Weber acostumbraba referirse a la "moralina" (fariseísmo) norteamericana. "Moralina" no significa mentira, ni hipocresía consciente. Es tan sólo la hipocresía de los que son capaces de mentirse a sí mismos, lo que se asemeja a la falsa conciencia señalada por Engels. De todos modos, no es fácil comprender esa mezcla de fervor religioso y moral, por un lado, y la clara y abierta tentativa de dominio político, económico y militar del mundo, por otra. Es pues, esta combinación explosiva, este peculiar fundamentalismo, el que constituye actualmente la gran amenaza a la paz mundial. El fundamentalismo norteamericano enajena un país que, "designado y autorizado por Dios", según su propaganda interna, considera irrelevantes el orden internacional actual y las reglas humanitarias. Es en este cuadro que debemos situar la desmoralización de las Naciones Unidas y su pérdida de legitimidad política, el desprecio por la Convención de Ginebra, y las amenazas proferidas no sólo contra sus enemigos, como también contra sus "aliados" en la OTAN.

SOCIOPATIA IMPERIAL
En cuanto al comportamiento de los Estados Unidos y su presidente, es muy pertinente que se haga la misma pregunta que Immanuel Kant hizo sobre el absolutismo: "¿Que es un monarca absoluto? Es aquel que cuando decide que debe haber guerra, hay guerra". De acuerdo con la posición kantiana, el actual presidente de los Estados Unidos debería ser considerado un déspota por dos motivos. Primero, debido al surgimento, en la última década, de una "presidencia imperial" que, cuando embarca en acciones militares, las presenta frecuentemente al Congreso como un fait a complis.
Segundo, porque es la Casa Blanca quien determina cuando las resoluciones de las Naciones Unidas son vinculativas o no; es la Casa Blanca la que decide que países son "Estados delincuentes" y si son legales los embargos que irán a causar el sufrimiento de toda una población, o al fuego infernal de bombas de fragmentación o de uranio empobrecido. La Casa Blanca decide soberanamente la ocupación militar de esos países, por el tiempo que consideren necesario, condenando a sus dirigentes y a sus "cómplices" a prolongadas penas de prisión. Contra estos y contra los "terroristas", llega a estar legitimado el "asesinato selectivo". Las garantías legales y los derechos humanos no se aplican a esos "bárbaros".

A todo esto se une la creciente intolerancia que Washington manifiesta para con sus "aliados" occidentales. Un cuadro cada vez más deprimente y peligroso, como es el caso de la OTAN, forzada a participar en guerras de invasión, como la de Afganistán y de Irak, todo para mantener o sostener las apariencias creadas por las mentiras que "justifican" tales actos, como los ataques terroristas y la providencial Al Qaeda de Bin Laden, un agente de la CIA. También a ellos les es exigido que sigan con humildad y total obediencia la voluntad de esa nación electa por Dios, cuyo presidente se comporta como el soberano mundial, sin el control de cualquier organismo internacional, por lo tanto con poder y capacidad para decidir cuál será el futuro del ser humano, libre o esclavo de un imperio sóciopata.

LOS COMUNISTAS AFGANOS

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Los heroicos comunistas afganos


Fuente: Partido Comunista de Carabobo


Después de que Gorbachov traicionase en 1989 a la República Democrática de Afganistán (RDA) y a su presidente Mohammed Najibullah, ésta resistió en solitario 3 años mas hasta que Eltsin le cortó el petróleo y la CIA ordenó a las bandas contrarrevolucionarias que tomasen Kabul , lo que hicieron el 18 de abril de 1992.

El general Dostum se pasó a la contrarrevolución y contribuyó a la derrota. Hoy es uno de los más sanguinarios "señores de la guerra". Las Fuerzas Armadas, las milicias de autodefensa y las organizaciones socioprofesionales agrupaban a 500 mil personas, el partido Watan, heredero del Partido Democrático Popular (PDPA), tenía 150 mil miembros. Los feudales disolvieron el Watan, asesinaron a numerosos comunistas y miles de ellos hubieron de exiliarse para no seguir la misma suerte.

Recordamos con respeto al ex ministro de recursos en agua y regadio, profesor Mahmad Mansur Hashemi, al ex comandante de Kabul Mahmad Dost, al ex ministro del Plan Sher Mohamad Shahan, al ex presidente de la Corte Suprema Karim Shadan vilmente masacrados. A 500 milicianos secuestrados en Helmand. A 20 oficiales de seguridad asesinados en abril 1994. A los Soldados que fueron masacrados en el Sur y este del país en 1992.

En 1996 los talibanes, aplaudidos por la secretaria de Estado yanqui Madelein Albright, masacraron al ex presidente Najibullah por el que hoy muchos habitantes de Kabul, Gardez y otras ciudades sienten mucho cariño.

Los comunistas fueron retornando a partir del 2001 y con un perfil bajo han organizado varios partidos que se reivindican del PDPA. El general Nur al-Haq Ulumi, antiguo jefe del cuerpo de ejército de Kandahar y diputado, dirige el Partido Nacional Unificado que agrupa a comunistas y antiguos dirigentes del gobierno Najibullah que en las elecciones de 2005 presentó 68 candidatos en 30 provincias.

En 2006 Ulumi y el ex ministro del Interior comunista Sayyid Mohamad Golabzoi formaron un Frente Nacional con antiguos jihadistas y diversos grupos sociales y étnicos. Los comunistas mantienen redes en la administración y en los niveles locales de los servicios de seguridad.

Los imperialistas vigilan para que los comunistas no puedan recuperar el poder. Prefieren un Afganistán devastado y brutal a un Afganistán moderno, socialista y democrático como lo intentó ser la RDA con apoyo soviético. El pueblo afgano no olvida: la emisora de radio Watandar ha realizado una encuesta en 4 provincias. El 93,2 % de los encuestados considera que el gobierno de Najibullah fue el que mejor respondió a sus intereses.

INTRODUCCION AL MARXISMO-LENINISMO

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Cuando planteamos iniciarnos en el Marxismo-Leninismo (M-L) de forma autodidacta solemos tener la tentación de recurrir directamente a textos o libros clásicos.
Sin embargo la traumática experiencia que por ejemplo supone coger de buenas a
primeras El Capital u cualquier otro libro clásico e intentar tragárselo suele
ser seguida por una desesperada sensación de frustración al no entender nada de
nada, y al consiguiente abandono de cualquier libro de los denominados clásicos,
y, junto con ello, cualquier cosa que huela a formación.

En cualquier discusión política –con los amigos, profesores...- a los Comunistas
siempre nos echan en cara lo de la URSS, lo de que "eso ya está pasado de moda",
lo de "el Comunismo no funciona" y, sobre todo, eso tan insoportablemente
paternalista de "las teorías de Marx estaban bien para el siglo XIX, pero ahora
las cosas han cambiado", cuando no lo de "ahora eres Comunista porque aun eres
joven e impulsivo, pero cuando seas mayor veras las cosas de otra manera".

Claro que ninguno de nuestros contertulios suele tener ni puñetera idea de lo
que dijeron Marx y Lenin. Y, lo que es peor, que a menudo tampoco nosotros lo
tenemos muy claro, con lo que tan solo nos queda encerrarnos en nuestras
convicciones y repetir eso de "¡no, no, seguro que tenemos razón!... aunque yo
no la conozca". Todo es confuso y no sabemos muy bien hacia donde tirar: qué
hacer –que decía el bueno de Lenin-.

No podemos ir por la vida de Comunistas y luego no ser capaces de sostener una
discusión ideológica sin un mínimo de posibilidades de salir de ella –al menos-
dignamente. Se supone que debemos entender por qué ocurren las cosas y qué es lo
que hay que hacer. Y malamente vamos a poder hacer eso sin una formación básica.

Además, sería caer en un empirismo barato y estrecho pensar que podemos
prescindir de las experiencias, luchas, conclusiones y enseñanzas de los que
estuvieron en la lucha antes que nosotros.

Porque eso es, precisamente, el Comunismo: la experiencia concentrada de 150
años de movimiento obrero, de lucha. Es lo general, lo que se puede aplicar a
cada lucha concreta: y, a su vez, es una abstracción –una generalización- de
cada una de esas luchas particulares.

LA HISTORIA Y LA LUCHA DE CLASES

Todos hemos oído la célebre cita de que "la historia del hombre hasta nuestros
días es la historia de la Lucha de Clases". ¿Qué querían decir Marx y Engels con
esto?, ¿qué son las clases?, ¿qué es y que mueve a la historia?. Vayamos por
partes. Lo que siempre ha diferenciado al ser humano del animal es su capacidad
para transformar activa y decisivamente el medio.

Algunos dicen que es la conciencia, la capacidad de razonar, pero ¿de donde
surge la conciencia, sino de la experiencia, de interactuar con la realidad
material?. Cuando el ser humano obra sobre el medio, extrae conclusiones,
descubre leyes, razona sobre lo observado: de ahí surge históricamente la
conciencia.

El ser humano más primitivo –el homo habilis- trabajaba con sus manos y con
herramientas antes de tener conciencia. Solo a partir del trabajo, surge en él
la capacidad de razonar que conocemos hoy.

Podemos definir trabajo como cualquier actividad humana destinada a producir
cosas necesarias para la vida. En este proceso intervienen una serie de
elementos:

Por una parte, la capacidad de trabajo del ser humano: su capacidad muscular, de
coordinación de su organismo y sus conocimientos. Es la denominada FUERZA DE
TRABAJO.

Por otra parte, los instrumentos para la producción –máquinas, herramientas,
fábricas...- y aquello sobre lo que recae el trabajo – las materias primas u
objetos de producción-. A esto se le denomina MEDIOS DE PRODUCCIÓN.

Históricamente, tanto la capacidad productiva del ser humano como los medios de
producción progresan sin cesar gracias a la ciencia y la técnica. Por otra
parte, los seres humanos no producen de manera aislada, es decir, ellos solos,
sino que, para ello, necesitan relacionarse con otras personas. Y no solo para
intercambiar cosas –que no es exactamente producción, sino distribución de
bienes- sino para la producción en sí: ¿Alguien se imagina que se pudieran
edificar las pirámides de Egipto sin que concurriera en su producción la
actividad coordinada de miles de personas, entre constructores, arquitectos... y
los dueños de las piedras, etc.?. A las relaciones que establecen entre sí los
productores es a lo que denominamos RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN.

De todo esto se deduce que lo importante en cualquier proceso productivo no es
el acto en sí, sino que el trabajo siempre revierte un carácter social, es
decir, que un mismo proceso productivo –fabricar una lámpara, por ejemplo-,
aunque parece el mismo siempre, se da en cada caso en condiciones sociales
diferentes –no es lo mismo producir esa lámpara siendo un esclavo que siendo un
obrero en un país socialista,...-.

Las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas están
íntimamente ligadas: básicamente, podemos hablar de sociedades en las que las
relaciones sociales de producción se basaban en la propiedad privada de los
medios de producción y otras en las que se basaban en la propiedad colectiva de
los mismos. Traducido al castellano: en unas sociedades unas personas concretas
eran dueñas de las herramientas, de los materiales y, por diversos métodos, de
la fuerza de trabajo de otras personas, mientras en otras sociedades todos los
elementos de la producción pertenecían al conjunto de las personas. Con este
criterio, podemos establecer cronológicamente cinco grandes etapas en el
desarrollo de las sociedades:

Las sociedades PRIMITIVAS: los medios de producción son propiedad de toda la
tribu o clan. Nadie posee nada de esto en régimen de propiedad privada. También
se llama Comunismo Primitivo.

Las sociedades ESCLAVISTAS: Los medios de producción son propiedad de unas
personas concretas. Las relaciones sociales de producción esclavista se basan en
la propiedad de unas personas sobre otras.

Las sociedades FEUDALES: los medios de producción son de unas personas, y otras
establecen con ellas unas relaciones sociales de producción basadas en la
propiedad sobre parte del fruto de su trabajo –es decir, parte de lo que
producían los vasallos era propiedad de los señores-.

Las sociedades CAPITALISTAS: los medios de producción también son propiedad
privada de unas personas. Otras se relacionan con ellas mediante el régimen
asalariado –es decir, trabajan determinadas horas por un salario-.

Las sociedades SOCIALISTAS: los medios de producción son propiedad de todo el
pueblo –son propiedad colectiva- y se establecen entre los productores
relaciones de colaboración y cooperación.

A estos cinco bloques los llamamos MODOS DE PRODUCCIÓN.

Como vemos en el primero y en el último de los modos de producción –el comunismo
primitivo y el socialismo- la propiedad de los medios de producción es
colectiva, mientras que en los otros tres –Esclavismo, Feudalismo y Capitalismo-
unas personas son dueñas de dichos medios de producción y otras no.

Pues bien, precisamente eso son las CLASES SOCIALES: grandes grupos de personas
que tienen en común una misma posición respecto a la propiedad de los medios de
producción.

Así, en el esclavismo los esclavistas eran los dueños y los esclavos los
desposeídos, y en el feudalismo los dueños de la tierra eran los señores y los
que cultivaban, los vasallos.

En el capitalismo las dos clases predominantes son la de los capitalistas
(burguesía) y la de los proletarios. Luego hablaremos más detenidamente del
Capitalismo –que es el que nos toca vivir- y del Socialismo y el Comunismo –modo
de producción en el que no existen clases sociales-.

Claro está que, en cada modo de producción siempre hay más de dos clases. Por
ejemplo, en el Capitalismo existe -por una parte- la pequeña burguesía, los
terratenientes... Pero, en todo modo de producción existen dos clases
principales: una, la más beneficiada con el sistema –y que, por lo tanto, lucha
por su perduración- y otra, la más machacada por el sistema –y que, por lo
tanto, combate por su desaparición-, y las demás clases se aglutinan en torno a
estas dos clases principales.

Este último es un elemento esencial en el desarrollo de la historia: las clases
sociales nunca conviven armónicamente, sino que luchan entre sí, a veces de
manera explícita, abierta y hasta violenta, y otras de manera soterrada,
implícita y latente. Pero siempre están en lucha. Y, ¿Por qué?, ¿acaso porque
los integrantes de una clase son "los buenos" y los de otra "los malos"?.

No, nada de eso. Sencillamente luchan por sus intereses de clase. Los
Capitalistas luchan para enriquecerse a costa del trabajo ajeno, y los
Proletarios por reducir esa explotación. Esto se concreta en lucha por el
incremento de los salarios, por la mejora de las condiciones de trabajo... y,
por parte de los Capitalistas, por la "flexibilización" del despido, la
reducción de salarios... A esto es a lo que llamamos la LUCHA DE CLASES.

En el curso de la historia, las FUERZAS PRODUCTIVAS de una sociedad progresan
–como decíamos- gracias a la ciencia y la técnica, mientras que las RELACIONES
SOCIALES DE PRODUCCIÓN –es decir, las relaciones entre los productores-
permanecen prácticamente inalterables –los esclavos fueron esclavos hasta el
final, igual que los esclavistas-. Según se desarrolla la historia, unas
relaciones sociales de producción concretas empiezan a quedarse "estrechas",
anticuadas e inadecuadas para los niveles de las fuerzas productivas.

Por ejemplo, el Imperio Romano se cayó a cachos porque la manutención completa
de los esclavos no era rentable ya, y porque mediante esclavos no podían
trabajar los extensos territorios del Imperio.

En ese momento de choque entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales
de producción la LUCHA DE CLASES se recrudece de manera brutal, y una de las
clases logra alzarse en el poder, destruir lo viejo –el modo de producción ya
caduco- e imponer uno más progresivo –en el ejemplo anterior, el Feudalismo-.

Con el tiempo, también este sistema se quedará caduco y una nueva clase –la de
los burgueses- conquistará el poder e impondrán un nuevo sistema...

Lo importante de todo esto es que los cambios de MODO DE PRODUCCIÓN nunca se
producen de manera gradual, sino como resultado de un proceso brusco, de un
salto cualitativo, de un proceso revolucionario: la Revolución Francesa, que
marcó el ascenso al poder de la burguesía francesa, es un buen ejemplo de cómo
de brusco puede ser un proceso revolucionario. Significa romper con todo lo
viejo e imponer lo nuevo, lo progresivo.

BASE Y SUPERESTRUCTURA

Hasta ahora nos hemos centrado, sobre todo, en los elementos económicos de la
sociedad. ¿Por qué? Porque, como demostraron Marx y Engels, es en la esfera
productiva donde se dan los elementos determinantes de una sociedad. Ahora bien,
¿qué pasa con las ideas, con las instituciones...?, ¿qué papel juegan en el
desarrollo histórico?. A cada modo de producción determinado le corresponde una
serie de elementos cuya misión es:

Legitimar el orden establecido.
Lograr, mediante la violencia, la perduración del orden existente.

Para ello, cada sistema emplea dos bloques de elementos:

Por una parte, las IDEOLOGÍAS –en formas filosóficas, políticas, jurídicas,
artísticas...- que legitiman, justifican o hacen parecer como el mejor a cada
sistema.

La ideología neoliberal trata de presentar al capitalismo como el mejor de los
sistemas o, cuando menos, como el único posible. Los programas de televisión
-desde los des-informativos hasta los concursos y demás programas basura-
también generan en las masas una conciencia de que este es un sistema feliz y
deseable... para que no protesten y no lo combatan.

Es decir, las alienan. Para la difusión de estas ideologías emplean los medios
de comunicación, o como decimos nosotros, los medios de propaganda. Antes era el
sermón del cura, hoy es Tele5, la cadena COPE, la SER,... que vienen a ser
parecidos en cuanto a sus objetivos.

Por otra parte está el ESTADO. Pretenden hacernos creer que el Estado es una
cosa que existe desde siempre, o que lo crearon las personas mediante un
Contrato Social para hacer posible la vida de la gente: evitar los delitos,
mantener el orden, preservar la vida...

Ambos argumentos son rotundamente falsos: en las sociedades primitivas no había
Estado; este aparece curiosamente con el esclavismo, con la aparición de las
clases sociales -por ejemplo, el Estado teocrático egipcio-.

Por otra parte, nadie ha preguntado jamás al pueblo si desea un Estado o no,
simplemente se lo han impuesto, así que ¿de qué Contrato Social estamos
hablando?.

Esto es porque la esencia del Estado es mantener el orden establecido mediante
la coerción, la violencia y, a veces, con el terror.

Lenin definía el Estado como "violencia organizada de una clase sobre otra". Es
decir, el Estado Burgués está al servicio de la Burguesía, y esta lo utiliza
para perpetuarse, para impedir que nada cambie: reprimir huelgas y
manifestaciones, encarcelar subversivos, combatir al movimiento
antiimperialista.

El Estado consta esencialmente de cuatro APARATOS REPRESIVOS: los cuerpos
policiales, el ejército, la judicatura y las cárceles. A veces llega a emplear
el terrorismo puro y duro (como por ejemplo los GAL).

El resto de las INSTITUCIONES, administración, partidos burgueses, escuelas,
iglesias... sirven, o bien para administrar el capitalismo o para difundir sus
ideologías entre las masas.

¿Qué relación existe entre la BASE ECONÓMICA -relaciones sociales de
producción/fuerzas productivas- y la SUPERESTRUCTURA -ideologías, instituciones
y estado-?.

Pues ocurre que cuando se producen cambios en la BASE ECONÓMICA (también llamada
INFRAESTRUCTURA), esto tiene su reflejo en cambios en la SUPERESTRUCTURA.

Así, cuando se han producido cambios en la estructura económica española
-flexibilización del despido, recorte de las pensiones, economía especulativa,
reducción de salarios, precariedad laboral, contratos basura...- ello ha
producido un cambio en la superestructura: por una parte nos bombardean con
propaganda neoliberal, con cultura neoliberal -competitividad- y, por otra
parte, se ha readecuado la estructura institucional - empresas de trabajo
temporal, privatizaciones, absorción por parte del estado de los sindicatos
antes de clase,....

Con el proceso de construcción de la Europa del Capital también nos han vomitado
cantidades ingentes de cultura neoliberal, y las estructuras políticas se han
tenido que amoldar a las nuevas estructuras del capitalismo europeo -incluso se
está preparando el euroejército-.

Todos los cambios en las ideologías y en las estructuras institucionales se
producen después de los cambios en las estructuras económicas, y no antes. Es
decir, que la infraestructura determina la superestructura. Esta conocida ley
que descubrieron Marx y Engels significa que la causa de todos los fenómenos y
procesos que se producen en la órbita de la superestructura hay que buscarlos en
la base económica, y los procesos que se producen en ésta hay que buscarlos en
su propio desarrollo y en su propia lógica y no en otro sitio.

EL CAPITALISMO

El capitalismo es uno de los modos de producción basados en la Propiedad Privada
sobre los Medios de Producción. Como es el que nos ha tocado combatir vamos a
analizarlo de manera un poco más profunda.

El Capitalismo es un modo de producción que se instaura en Europa
aproximadamente a partir de 1789 - con la Revolución Francesa- y,
progresivamente se expande por todo el mundo.

Como sabemos, el cambio de sistema -del modelo Feudal al Capitalismo- se produjo
de manera radical y revolucionaria. La Burguesía, que era la Clase Social
objetivamente interesada en la desaparición del caduco modo de producción Feudal
-porque impedía su enriquecimiento mediante los gremios, la estructura de
posesión de materias primas por feudos...-, se puso a la cabeza de las masas
para conducirlas hacia el Capitalismo.

La esencia del Capitalismo consiste en que los miembros de una clase -la de los
Capitalistas- es propietaria de las fábricas, de las máquinas, de las
herramientas de trabajo y de los materiales y materias primas, mientras que los
miembros de otra clase -la del Proletariado , que no tienen nada de esto, poseen
tan solo su propia fuerza de trabajo. Todo el mundo sabe que, aunque traten de
vendernos las mentiras burguesas de que aquí todo el mundo es libre, y hace lo
que quiere -no como en las Dictaduras Comunistas-, realmente sin dinero no
puedes hacer absolutamente (los Burgueses confunden dinero con Libertad). Y
además, hay que trabajar en las condiciones que marca el patrón.

De manera que, de Libertad, nada. Los Obreros están esclavizados y obligados a
vender todos los días su fuerza de trabajo para poder malvivir.

Claro que según la Burguesía, no hay nada de malo en trabajar: al fin y al cabo
ellos también trabajan -hay que tener la cara muy dura para llamar trabajo a
embolsarse todos los años los millones de beneficios de sus empresas mientras se
pasan la vida en sus yates-.

De todas formas, según ellos, en el proceso de producción, los Obreros reciben
un Salario justo por su trabajo, y los Capitalistas ganan dinero porque aportan
el Capital. Veamos esto detenidamente porque es aquí donde reside la esencia de
la explotación Capitalista.

Vamos a ir despacito. Más o menos todos sabemos como se producen las cosas: los
materiales van pasando de mano en mano, de trabajador en trabajador, hasta que
sale un producto final. Por ejemplo, un trabajador tala un árbol, otro hace
leña, un tercero la transporta durante dos horas hasta la fábrica, donde, en una
cadena de producción, doce obreros van metiendo horas hasta que sale una silla.

Hasta aquí el Capitalista no aparece por ninguna parte. Bueno, sí: es el dueño
del bosque, de las sierras, de los camiones, de la fábrica... o sea, es el dueño
de todo, y además, paga a los Obreros.

Claro que también puede imaginarse uno una Cooperativa de Obreros que siendo los
dueños de todo eso, llevarán a cabo el mismo trabajo y las sillas seguirían
produciéndose. De modo que, ¿donde está el famoso trabajo del patrón?. Si no
hubiera Capitalistas la producción seguiría adelante.

Pero, a lo que íbamos. Vemos como, a cada paso, el material va ganando valor: si
a alguien se le ocurriera cambiar unos troncos por un coche -por ejemplo- le
harían falta bastantes troncos. Pero con sillas la cosa es diferente.

Además, vemos como, a cada paso, el trabajo se orienta en una dirección
concreta: los obreros de la fábrica trabajan para crear sillas y no mesas. Es
decir, su trabajo define la utilidad del producto.

Así pues, vemos como las MERCANCÍAS -que por cierto, son los productos
destinados al intercambio, o sea, los productos que se hacen para venderlos-
tienen un doble valor: por una parte, sirven para algo, es decir, cubren una
necesidad concreta.

A esto lo llamamos VALOR DE USO. Pero, por otra parte, las mercancías se
intercambian unas por otras en una determinada proporción -por ejemplo, un coche
dos mil sillas, y no por cuatrocientas-.

A esta capacidad de ser intercambiadas en determinadas proporciones es a lo que
se denomina VALOR DE CAMBIO de las mercancías. Todo lo que el ser humano produce
para ser intercambiado -es decir, toda mercancía- tiene un valor de cambio. El
valor de cambio es siempre relativo a otra mercancía. Por ejemplo, el valor de
cambio de un coche dicho en sillas es, por ejemplo, de dos mil.

El PRECIO de una mercancía, por otra parte, no es más que el valor de cambio de
una mercancía expresado en dinero. Por ejemplo, si un tornillo vale 10 céntimos,
eso quiere decir que su valor de cambio, dicho en dinero, son 10 céntimos.

Y el DINERO no es más que una mercancía que sirve para equiparar otras: en vez
de andar por la vida cambiando troncos por coches -lo cual, aparte de una
tontería, es muy poco práctico y obliga a conocer las equivalencias de unas
ochocientas mercancías- es más fácil cambiar troncos por dinero y dinero por
coches -o sea, vender y comprar-.

Toda mercancía tiene, por lo tanto, valor de uso y valor de cambio. Sigamos. ¿De
dónde le viene el valor de uso y el valor de cambio a una mercancía?.

Respuesta de los capitalistas: de la empresa. ¡Por favor! Una empresa son un
grupo de Trabajadores trabajando sobre unos materiales con unas herramientas y
una maquinaria, más un patrón que se saca una pasta de todo el tinglado. Segunda
respuesta de los capitalistas: Vale, el valor viene de los trabajadores y de las
máquinas.

Ya, lo de siempre. Pero es que los trabajadores, aún sin herramientas, tan solo
con sus manos, pueden producir cosas, mientras que un martillo no clava clavos
solo, así por telekinesis. Y ahora que ya hemos machacado los argumentos de la
Burguesía, sigamos.

¿Cual es, pues, la fuente del valor? Pues ya lo hemos dicho: unos obreros
trabajan para talar la madera, otros obreros trabajan para construir una
silla...

El trabajo es, efectivamente, la fuente de valor, de riqueza. Y el trabajo, como
todos sabemos, se mide en tiempo, en horas.

Hasta aquí todos de acuerdo. Ahora bien, si el capitalista paga un salario a los
obreros ¿Cómo es que saca ganancia, cómo es que está podrido de millones?.

Respuesta tonta del Capitalista: es que, al vender, especulo y entonces saco
beneficio.

Este argumento es perfectamente imbecil: claro está que cada Capitalista
especula -trata de vender lo más caro posible-.

Pero lo que gana cuando vende sus mercancías, lo pierde cuando compra las de los
demás Capitalistas: materias primas, herramientas... o cuando compra bienes para
sí mismo.

De modo que de ahí malamente puede salir la ganancia. Luego solo hay un sitio de
donde puede proceder: de los obreros. ¿El sistema?. Fácil: basta con pagarles
menos del valor de lo que producen.

Ejemplo rápido: Juanito Pérez produce, en las 8 horas de trabajo que dura su
jornada, botellas de vidrio por un valor equivalente de 120 euros.

Pero el solo cobra un salario de 50 euros por sus 8 horas. Auí hay algo que no
encaja: ¿Qué pasa con los 70 euros que faltan?.

Lo que todos suponemos: se las queda el Capitalista. Visto de otra manera: al
ritmo que trabaja el tal Chús, en tan solo 3 horas y media ya ha producido
producido botellas por valor de 50 euros -o sea, ya se ha ganado el sueldo-.

Pero él tiene que seguir trabajando el resto de su jornada. Luego trabaja 3
horas y media para el y 4 horas y media para el capitalista. Estas horas
-llamadas TIEMPO ADICIONAL DE TRABAJO- las trabaja gratis, sin remuneración
ninguna, y todo lo que se produce en ellas -las botellas por valor de los 70
dichosos euros- se las apropia el Capitalista, así, por la cara.

Pues bien, aquí es precisamente donde está el quid de la cuestión: bajo el modo
de producción Capitalista, la Clase Burguesa explota sistemáticamente a la Clase
Obrera mediante la apropiación gratuita del fruto del trabajo que los obreros
realizan durante la parte de la jornada no remunerada. Por cierto, el valor
producido en ese tiempo adicional es la famosa PLUSVALÍA.

En el proceso de desarrollo histórico del Capitalismo, los Capitalistas van
ampliando y acumulando Capital. ¿Cómo?.

Vendiendo las mercancías y, con la ganancia que obtienen de la Plusvalía,
comprando más fábricas, más materiales, más máquinas...

Porque el CAPITAL es precisamente eso: medios de producción empleados en la
explotación social.

De hecho según va acumulándose el Capital surgen nuevas formas de Explotación
Capitalista: las Sociedades Anónimas, los trust y los holdings -formas
empresariales de principios de siglo-, y, finalmente, las multinacionales y
transnacionales de nuestros días, en las que el capital de los bancos se alía
estrechamente -mediante el crédito- al Capital industrial.

También ocurre que, al llegar un momento en que ya no es posible poner en
circulación más Capital en su propio país -porque está empleada prácticamente
toda la mano de obra-, la Clase Burguesa empieza a exportar Capital a otros
países: las colonias inglesas, francesas y alemanas... donde además, los Obreros
cobran menos y son menos protestones.

Todo esto, claro, a punta de fusil. A este periodo caracterizado por la fusión
del Capital Industrial y del Financiero y a la exportación de Capital es al que
se denomina IMPERIALISMO.

El Imperialismo no es "conquistar" otros países como nos enseñan en clase de
historia.

Eso es Anexionismo. En el Capitalismo, se conquistan países para explotar a los
trabajadores de esos países con Capital propio.

El Imperialismo, como lo definió Lenin es la fase superior y última del
Capitalismo.

Es la internacionalización del Capital, al principio con tropas imperiales de Su
Graciosa Majestad Británica, luego con dictadores títeres del Imperialismo y en
nuestros días con pretendidas democracias fantasma: democracias tan democráticas
como la Colombia vendida al imperialismo yankee por el "demócrata" Uribe.

LA LUCHA DE CLASES BAJO EL CAPITALISMO: EL MOVIMIENTO OBRERO

Ante esta situación de Explotación, al Proletariado le es necesaria la lucha en
defensa de sus intereses como Clase: los intereses de la Burguesía –aumentar la
explotación, la Plusvalía- y los del Proletariado –acabar con la Explotación
Capitalista- son, evidentemente, antagónicos, opuestos, irreconciliables.

Desde el principio, el Proletariado empezó a organizarse para la Lucha. La
historia del movimiento obrero es la historia del movimiento ascendente de la
Lucha de Clases, desde formas muy primitivas y rudimentarias de lucha hasta la
creación de estructuras de combate que permitieron la victoria de la clase
obrera en numerosos países de todo el mundo.

Veamos los peldaños más importantes de las ORGANIZACIONES DE LUCHA obreras:

La ACCIÓN ESPONTÁNEA: es la primera forma de lucha. Surge a principios del siglo
XIX, y va encaminada a la destrucción de maquinaria (ludismo), a la que se
considera culpable de la explotación obrera.

Las MUTUAS DE SOCORRO –cajas de socorro a obreros enfermos, en paro...- tienen
gran importancia, pues sientan las bases para los Sindicatos.

La creación de los SINDICATOS: surgen en Inglaterra –la Grand Trade Union en
1824-. El movimiento sindical, en todos los países, es, en un primer momento, de
carácter local o por ramas. Progresivamente se tiende a las grandes centrales
sindicales capaces de unificar las fuerzas del proletariado en su lucha contra
la burguesía. La creación de los sindicatos es esencial en el desarrollo de la
Lucha de Clases, pues supone la organización de obreros conscientes de
pertenecer a una misma Clase Social.

Las INTERNACIONALES Obreras: a causa de la mundialización del capitalismo, se
hace imprescindible la coordinación del movimiento obrero a nivel mundial. Para
ello se organizan las Internacionales. La I Internacional –o Asociación
Internacional de Trabajadores- fue creada y dirigida por K. Marx y F. Engels en
1866. Posteriormente, surgirán más Internacionales Obreras como la II
Interacional o Internacional Socialista, la III Internacional o Internacional
Comunista y la IV Internacional o Internacional Trotskista.

Los PARTIDOS OBREROS: consciente de que, en la lucha contra el Capitalismo, no
sirve tan solo la lucha por los intereses llamados económicos – salarios,
condiciones laborales...-, la clase obrera necesita organizar la lucha política
e ideológica en torno a los Partidos Obreros, allá en el último cuarto del siglo
XIX.

Más adelante hablaremos de las funciones y características del Partido.

Claro está que estas no son las únicas formas organizativas de la Clase Obrera,
pero sí las más importantes y las que se desarrollan en todo el planeta conforme
se desarrolla el Capitalismo.

Por cierto que no siempre conservan este orden cronológico y que, además, la
historia del Movimiento Obrero –como todo- está lleno de retrocesos, zigzagueos,
cambios.

Pero esencialmente, estas han sido las más importantes organizaciones de combate
del Proletariado. Pero, ¿qué tipos de lucha lleva a cabo la clase obrera?. Pues
fundamentalmente, de tres tipos. Son sus FRENTES DE LUCHA:

LUCHA ECONÓMICA: la lucha por los intereses inmediatos del proletariado –mejoras
laborales, subidas de salarios, impedimento de despidos, convenios...-. Es el
primer frente de lucha, al que llegan casi todos los trabajadores. Es la lucha
por los intereses inmediatos de la clase obrera.

LUCHA IDEOLÓGICA: es el enfrentamiento a toda la basura ideológica de la
burguesía, es quitarle a la gente determinadas ideas que lleva en la cabeza
porque se las han metido por la tele o en la escuela. También consiste en luchar
contra los que dicen defender a los trabajadores –PSOE, UGT...- pero, a la
postre, defienden al capital.

LUCHA POLÍTICA: es la lucha por la que el proletariado consigue más "Zonas de
Poder", es decir, influencia social, capacidad de respuesta y combate,
organización y coordinación... En último extremo, la lucha política es la lucha
encaminada a la toma del Poder Político en sí –o sea, la Revolución-, como luego
veremos. Claro que, así entendida, toda lucha es realmente lucha política: una
huelga coordina y organiza a la Clase Obrera, un piquete aumenta su poder, una
manifestación de trabajadores incrementa su influencia social, denunciar las
mentiras del capitalismo encamina las ideas de los obreros hacia sus objetivos
reales... Y, como el objetivo político de la clase obrera no es sino su
emancipación económica, se entiende la, de otra manera misteriosa, afirmación de
mar de que toda manifestación de la lucha de clases es, realmente, lucha
política, y toda Lucha Política gira en torno a la lucha económica. Bien
pensado, no resulta tan enrevesado.

Al Capitalismo hay que atacarle por todos los frentes. Y para ello, hay que
utilizar siempre las FORMAS DE LUCHA más adecuadas.

Lenin decía que los Comunistas no despreciamos ninguna forma de Lucha por
cuestiones morales.

Y es que forma de lucha hay muchísimas: propaganda –panfletos, carteles...-,
manifestaciones, huelgas, lucha en los Parlamentos Burgueses...- y también –como
demuestran las FARC en Colombia o el NPA en Filipinas-, los sabotajes e incluso
la Lucha Armada –Guerrillera o Insurreccional-.

Todo depende de las circunstancias concretas, de emplear las formas de lucha que
mejor se adecuen a las características y a los niveles de la lucha de clases en
cada momento y en cada lugar.

Por ejemplo, en una Democracia Burguesa como la española, donde podemos utilizar
(por ahora) métodos legales de lucha, hay que trabajar en los parlamentos,
utilizar vías "pacíficas" de lucha..., porque, si no, pasará lo que les pasa a
los GRAPO: que son cuatro y el del tambor y no les presta atención nadie.

Pero, allí donde, como en Colombia o Filipinas, hay dictaduras camufladas de
Democracias, es preciso utilizar otras formas de lucha, que demuestran su
validez por el amplio apoyo popular con el que cuentan.

Organizar a la clase obrera en sus distintas formas, atacar en los tres grandes
frentes y utilizar siempre las formas de lucha adecuadas. Eso es lo que toca.

Y DESPUES... ¿QUE HACER?

En cuanto que Comunistas, se supone que todos queremos Luchar contra el
Capitalismo. Hasta aquí, de acuerdo. Y, además, queremos construir el Comunismo
–¡claro!-.

Pero entre una cosa y otra, no sabemos muy bien que viene. Es decir: ¿Cómo vamos
a quitar el Capitalismo y poner en su lugar el Comunismo?.

Respuesta que todos sabemos: la Revolución. Claro, la Revolución. Pero ¿qué es,
en qué consiste y –lo más importante- cómo se hace realmente una Revolución?.

Y, por otra parte, ¿porqué una Revolución y no un proceso de Reformas una vez
que ganemos las elecciones?. Los Socialdemócratas llevan casi cincuenta años con
eso y, en los países Nórdicos, no les ha ido tan mal.

Por partes. La duda entre Revolución y Reforma quedó aclarada hace ya bastantes
añitos por el Camarada Lenin: los Capitalistas no van a permitirnos instaurar el
Socialismo. No van a permitir que llevemos a cabo profundas transformaciones
valiéndose, además, de su Estado.

El caso de Salvador Allende en Chile y el Golpe de Estado de Pinochet, o el
levantamiento militar de Franco ante la victoria electoral del Frente Popular en
1936 es sumamente ilustrativo de lo que es la Reacción Burguesa ante un proceso
Socialista "legal".

Pero, por si alguien no estaba convencido, los Socialdemócratas Occidentales lo
han dejado bien claro: para empezar, por lo de Occidentales.

Porque, que sepamos, el famoso Estado del Bienestar solo lo han intentado crear
en Occidente, mientras tres cuartas partes del mundo se pudren en la miseria.

Para esos toca Estado del mal-estar. Pero es que, además, ¿ha desaparecido la
explotación en estos estados?. ¿han desaparecido las clases, la gente que se
enriquece a costa del trabajo ajeno?. ¿han desaparecido, acaso, la policía, el
Estado, el ejército, la discriminación racial o sexual?. ¿el pueblo es dueño de
si mismo?.

Respuesta inmediata a todas estas preguntas: no. Y aquí, en el estado español,
ni pleno empleo –que de paro los jóvenes sabemos mucho-, ni redistribución de la
renta, ni nada de nada. Así que, vayan a otro sitio a vender esa moto.

Y, ahora, a lo nuestro. Según se va desarrollando el Capitalismo, sus crisis son
cada vez más agudas: la que enfrenta a Obreros contra Capitalistas, la que
enfrenta a las Clases Populares de los países explotados contra su Burguesía
Nacional y contra la Burguesía Internacional, la que enfrenta a los propios
Capitalistas por rapiñar la riqueza... y junto con estas, otras secundarias: la
degradación medioambiental por culpa de la producción caótica capitalista, la
doble explotación de la mujer o de el joven... Es decir, van madurando las
CONDICIONES OBJETIVAS para que se produzca un proceso revolucionario.

Por otra parte, y si los partidos y organizaciones Obreras y Comunistas hacemos
bien nuestro trabajo – Lucha Política e Ideológica-, si vamos organizando a la
Clase Obrera y, en torno a ella al resto de las masas, si vamos difundiendo
entre los trabajadores una conciencia revolucionaria, se van creando unas
CONDICIONES SUBJETIVAS. Es decir: para poder hablar de proceso revolucionario,
primero tiene que PODER haber una Revolución, a la vez que las masas deben
QUERER llevarla a cabo.

Pero una Revolución no consiste en tomar las armas, pegar cuatro tiros y ya
está. Eso es lo que creen los Anarquistas: una mañana nos levantaremos todos y,
¡hala!, acabaremos con el Capitalismo.

Pero las cosas no son tan sencillas: ¿los Burgueses van a desaparecer así porque
sí?, ¿por qué digamos "queda abolida la Propiedad Privada" esta desaparecerá
sola?, y ¿qué ocurrirá si los Capitalistas llevan a cabo una Guerra Civil para
tratar de acabar con el Socialismo –como, por otra, han intentado en todos los
países que han comenzado una Revolución Socialista-?.

Sabemos que estamos viviendo en una sociedad con Clases, con Estado, con
Explotación... y que, cuando esta se derrumbe, se impondrá una sociedad de
Igualdad, sin Slases y sin Estado. Pero eso no quiere decir que la explotación,
las clases y el Estado puedan desaparecer de un plumazo. La historia demuestra
que con la Revolución comienza la construcción del Socialismo, no acaba. Al
revés, viene lo más difícil.

La historia del Movimiento Obrero Revolucionario nos enseña que existen etapas
para acabar con el Capitalismo. Dicho de manera esquemática, aunque esto NO
quiera decir que hay que dar estos pasos como si esto fuera una receta de
cocina, son las siguientes:

1º.- Organización de las masas trabajadoras en torno al Proletariado –que es la
clase más combativa y a la que más interesa la desaparición del Capitalismo-.
Organización del Proletariado en torno a su Vanguardia, que es su Partido
Comunista. El Partido se compone de los elementos más destacados, más
conscientes de la necesidad de llevar a cabo la Revolución, de cuadros
organizadores, propagandistas y agitadores de masas, de dirigentes de la Clase
Obrera. Difusión de la conciencia de clases desde sus formas inferiores –para la
Lucha Económica- hasta las más elevadas –ser conscientes de su papel Histórico
Revolucionario.

2º.- Es importante la relación que existe entre el Partido y las masas. Ambos
son partes de la Clase Obrera. El Partido reúne, como decíamos, a los elementos
más destacados del Proletariado. Su tarea es organizar y dirigir la actividad de
las masas hacia la consecución de sus objetivos, así como difundir la conciencia
de clase. Esto es, es la VANGUARDIA DEL PROLETARIADO, la parte más combatiente
de la Clase Obrera. Conforme aumenta la conciencia de clase, y después, en el
Socialismo –como veremos-, cada vez más elementos de las masas alcanzan las
posiciones de la vanguardia, hasta que la diferencia desaparece. Eso ocurrirá
plenamente en el comunismo.

3º.- Construcción del PODER OBRERO: no podemos hacer la Revolución y sentarnos a
esperar que caiga el Socialismo del cielo. Es preciso llevar a cabo la
subversión completa del Capitalismo, expropiar a los Capitalistas, organizar la
producción, la enseñanza, la defensa de la Revolución... y múltiples tareas en
las que es preciso ir preparando un PODER OBRERO, un futuro Estado Proletario
que asuma el poder y dirija la transformación de la sociedad capitalista en
Socialista. En Rusia, por ejemplo, el Poder Obrero adoptó la forma de los
Soviets. El Poder Obrero es la organización de lucha más elevada que existe aún
dentro del Capitalismo.

4º.- Después, cuando las condiciones son óptimas para ello, es preciso
conquistar el Poder Político. Esto no tiene nada que ver con "tomar el Estado" o
"dar un golpe de Estado". Al Proletariado de nada le sirve el viejo aparato del
Estado burgués, lleno de funcionarios adictos al capitalismo. Necesita su propio
Estado. En lo que consiste, pues, es en asaltar el poder político, en traspasar
el poder de los órganos Burgueses a los Proletarios. Esto, por supuesto, tiene
que hacerse de manera brusca y revolucionaria –pues la Burguesía nunca lo
permitiría de buena gana-. En otras palabras: todo el poder para los Soviets.

5º.- El tema de la violencia Revolucionaria es secundario. Se deberá hacer uso
de la violencia en la medida en que esta sea necesaria, ni más ni menos. Pero el
acto de toma del poder y hacer desaparecer a la clase dominante es, en sí,
violento y brusco. La conquista del poder político puede adoptar formas más o
menos pacíficas de transición o una vía insurreccional –como en Rusia- o
guerrillera – como en Cuba-. Lo fundamental es elegir el momento. Lenin –que en
esto de hacer Revoluciones algo sabía- decía que el momento propicio para
asaltar el Poder Político es cuando "los de arriba ya no pueden gobernar ni por
un momento más y los de abajo ya no quieren ser dominados ni un momento más". No
se puede, decía Lenin, jugar a la insurrección. Levantar a las masas antes de
tiempo tiene consecuencias funestas, lo mismo que esperar y dejar pasar la
oportunidad. Hay que determinar el momento más adecuado –una crisis económica
seria, una guerra...- en la que el enemigo de Clase es débil y el Proletariado
fuerte, decidido y unido. Y, una vez se pasa a la insurrección, no detenerse,
llevar el proceso hasta el final.

6º.- A partir de que el poder pasa a manos del Proletariado, comienza una etapa
de transición denominada DICTADURA DEL PROLETARIADO. Desde el momento en que el
Proletariado toma en sus manos el poder, se constituye una reacción –que trata
de volver al pasado Capitalista- y que emplea todos los medios a su alcance para
acabar con el Poder Socialista: guerra civil, intervención extranjera, golpe de
estado, sabotajes... El Proletariado debe, para poder comenzar a construir el
Socialismo, aplastar toda Reacción. La Clase Dominante, que ahora es Clase
Dominada, debe desaparecer como Clase Social: expropiación de sus propiedades,
trabajo obligatorio, encarcelamiento de los elementos más peligrosos de la
contrarrevolución y, en algunos casos –como ocurrió con el zar y su familia-, la
aplicación de la más implacable justicia Revolucionaria. Durante este período
las clases siguen existiendo, y por lo tanto, también la Lucha de Clases, y de
manera más cruenta. La diferencia reside en que, ahora, el poder está en manos
de la Clase Obrera, y existe un Estado Obrero para reprimir a la Clase Burguesa.
La Dictadura del Proletariado es, evidentemente, una Dictadura en el sentido de
que se ejerce el poder de manera violenta e ilimitada. Pero la dictadura del
Proletariado es DEMOCRÁTICA porque la ejerce la mayoría de la población: el
Proletariado en alianza con el Campesinado y otros sectores de la sociedad sobre
una reducida minoría –la Clase burguesa derrotada- y no al revés, como en el
Capitalismo.

7º.- Para acabar con el Capitalismo, lo fundamental es atentar contra su
esencia, es decir, la Propiedad Privada de los Medios de Producción: la
principal tarea de la Dictadura del Proletariado, junto con el aplastamiento de
la Reacción Burguesa y de la Contrarrevolución, consiste en la abolición de la
Propiedad Privada, tanto en lo formal o jurídico como, especialmente, en lo
efectivo: la Nacionalización completa de todos los Medios de Producción. De esta
manera se sientan las bases objetivas para la construcción de Socialismo como a
continuación veremos.

EL SOCIALISMO Y EL COMUNISMO

Con la desaparición objetiva de las Clases Sociales, la consolidación del Estado
Socialista y el fin de la Reacción Contrarrevolucionaria abierta, comienza la
etapa de construcción del Socialismo.

El SOCIALISMO es en sí Comunismo, aunque en una fase inferior: todavía existen
Clases –el Proletariado, el Campesinado, la Burguesia Intelectual- y existe un
Estado –el Socialista-.

Pero, por una parte, las relaciones entre el Campesinado, el proletariado y la
Burguesia Intelectual no son antagónicas, sino que persiguen el mismo fin: la
construccion del Comunismo. Y, por otra parte, el Estado Socialista no es un
Estado ya.

Porque, conforme el poder va pasando realmente a las masas –la administración de
la economía, de la vida, de la autodefensa...- el Estado va desapareciendo,
"extinguiéndose", como decía Engels. Conforme avanza el socialismo, se extingue
el Estado, y las distinciones entre las dos clases amigas se difuminan hasta
fraguar una nueva categoría histórica: cuando ambos participan de igual manera
en la gestión económica de los medios de producción, se conforma el Pueblo, sin
diferencias clasistas.

Es esencial tener en cuenta cual es el medio principal para la socialización
efectiva y real de los medios de producción: la ECONOMÍA PLANIFICADA. Esto
quiere decir que la evaluación de las necesidades sociales, el cómo producir los
bienes que se necesitan para satisfacerlas, la producción misma, su distribución
y su consumo no son, como en el capitalismo, decididos por las grandes
multinacionales, ni existe superproducción en unos sectores y escasez en otros,
sino que, al planificarse todo el proceso productivo, se puede adecuar tanto a
las necesidades como a la capacidad real de producción de las masas.

Progresivamente, la planificación económica se va descentralizando hasta que
cada individuo es consciente tanto del proceso general de producción como de sus
tareas concretas, y participa en su gestión, administración y decisión.

Por otra parte, con el socialismo, y al calor de las nuevas relaciones sociales
de producción –las socialistas-, se va formando un nuevo tipo de persona: el
individuo no egoísta –pues ya no existe la propiedad-, el individuo que entiende
como iguales a los demás –porque ya no existen las clases-, el individuo que
forma parte conscientemente de la planificación y ejecución de la producción, de
manera seria pero ilusionada: en una palabra, el hombre nuevo socialista.

De esta manera, conforme se transforma la infraestructura económica, va
cambiando la superestructura ideológica –tanto las instituciones como la
mentalidad de las personas-.

Cuando el socialismo, gracias a la economía planificada y a las inmensas fuerzas
productivas desatadas por la Revolución, alcanza unas grandes dimensiones,
cuando la técnica y la ciencia están desarrolladas, cuando la mayoría del Pueblo
participa activamente en la administración de la vida social, cuando ya no
existen diferencias de clase, cuando el Estado prácticamente desaparece y, lo
más importante, cuando el socialismo ha triunfado en todos o la mayoría de los
países del mundo –y, por lo tanto, no existen ya amenazas reales para el triunfo
del proletariado- se alcanza el COMUNISMO, régimen histórico caracterizado por
la inexistencia de clases, Estado ni explotación, y en el que se cumple la
consigna "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad".

Es decir, como, por una parte, la producción ha aumentado de forma gigantesca
gracias a la planificación de la economía y, por otra parte, ya ha surgido y se
ha difundido, de generación revolucionaria en generación revolucionaria, el
hombre nuevo socialista, con una forma de pensar completamente distinta de los
prejuicios y valores burgueses, será posible que cada individuo aporte al
colectivo aquello que pueda, y reciba del trabajo social aquello que necesite
para satisfacer sus necesidades. Con el triunfo del comunismo dejará de ser
necesario un aparato represivo – Estado-, pues desaparecerán las causas
objetivas que de le dieron vida: las clases.

El triunfo del comunismo no es un deseo de unos cuantos, o una utopía, como
suele decirse –incluso en nuestras propias filas-. El comunismo es un modo de
producción histórico inevitable. El comunismo significa el fin de miles de años
de explotación, precisamente porque la explotación del hombre por el hombre ha
dejado de ser progresiva: es reaccionaria, anticuada y vieja. El comunismo se
impondrá porque así lo dictan las ineluctables leyes de la historia, condensadas
en la ciencia marxista-leninista. Su triunfo imparable, por mucho que le pese a
la burguesía. A nosotros, a nuestra capacidad de trabajo, a las masas obreras y
a su Partido compete que esto se produzca dentro de muchos años o, por el
contrario, que nosotros mismos podamos ver con nuestros propios ojos la victoria
del comunismo.

 

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